En la vida se consiguen desgracias,
un día eres la víctima,
y al otro día te conviertes en el que lastima.
Una ciudad se agitaba,
en la distancia de una llovizna,
dos personas agarradas de las manos,
susurraban cuanto se querían.
Acechando en la esquina,
un ladrón esperaba,
la llovizna incesante,
ellos relajados por su paragua.
De repente salió el ladrón,
convirtiéndose en asesino,
a lo que la mujer rehusaba darle el anillo,
el novio procurando una ambulancia,
el ladrón pensando en la policía,
dos personas distintas,
pero con preocupaciones iguales.
La culpabilidad no demuestra la inocencia,
pero la inocencia si ocasiona culpabilidad,
el ladrón procurando algo material,
se llevó algo demás.
El asesino huyó de la escena,
mientras el novio con su llanto,
abrazaba el cuerpo de su amada,
no había pulso,
había cesado la lluvia,
solo quedaba la angustia.
El tiempo tempestuoso arrebata la felicidad,
si logras resistirlo ella volverá.
El novio un tiempo estuvo dolido por su duelo,
pero encontrando consuelo,
dos frutos hermosos salieron.
Al cabo de un tiempo visitó al asesino,
de la escena del infortunio.
Con voz suave y mirada fija comenzó pronunciando:
Quise quitarte lo más querido,
matar era lo requerido,
pero me fue más importante su compañía,
que la venganza deseada,
por segunda vez se asomo el amor en mi vida,
tengo una esposa esplendorosa y tus nietos van creciendo,
el nido de mi casa es más de lo que nunca una vez soñé.
El recuerdo,
ya no perturba mi pensamiento,
mi vida está llena de alegrías,
y ya no existen aquellas lágrimas de agonía.
Solo pido tres cosas para ti,
que consigas cambiar para encontrar redención y paz,
de aquel acto cometido.
Lo que te rodea y sus hechos,
no definen lo que eres,
sino la actitud tomada en el momento,
solo fracciones de segundos crean un mal pensamiento,
y solo la largura de años crean una buena vida para el recuerdo.
La muerte no será en vano,
solo y solo si únicamente así depende el recorrido de la salvación por redimirlo.
Porque me es mas grato un asesino arrepentido,
que un ladrón presumido.
Autor: Rubén Prado.
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